lunes, 20 de mayo de 2013

DAMAS, CABALLEROS Y DRAGONES

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Damas, caballeros y dragones

Érase una vez en una no lejana y sí típica clase de lengua castellana y literatura de segundo de bachillerato, unos caballeros y doncellas del siglo XXI se encontraban analizando una ardua y complicada oración simple: “Beatriz y Santiago vendrán hoy a la fiesta”. En tan intrínsecas cavilaciones se encontraban sumidos todos que no se dieron cuenta de que el cielo se tornaba de otro color y comenzaba una fuerte lluvia (las persianas bajadas no eran una excusa). 

Era última hora, y tras finalizar el análisis sintáctico, como si de un regalo del cielo se tratase sonó el timbre y los estudiosos y pensativos alumnos salieron sin prisa, pero sin pausa de su sagrado templo, el instituto.

Entre aquellos alumnos existía un ser de incalculable belleza y nobleza llamada lady Marta. Ella y sus doncellas, tras dejar atrás las verjas del santuario en el que pasaban 35 horas semanales, se dispersaron a correr como el viento sin volver la cabeza atrás. No volverían a pensar en la frase de sintaxis nunca más, a no ser que el profesor la recordara en alguna clase de lengua futura.

Mientras lady Marta y compañía se dispersaban raudas y veloces, había otros quienes se quedaron suspensos al ver la extraña figura de un caballero de armadura oscura que se apeó de su caballo, suponemos que sería suyo o puede que fuera del rent-a-car, y que con mucha cortesía fue a besar las manos de lady Laura. Tras aquel gesto tan tierno, ambos se habían subido al caballo y se habían perdido a lo lejos, cabalgando por la verde pradera en dirección al castillo del caballero semanal de la inocente lady Laura. 

Tras quedarse vacío el templo estudiantil y cerrarse sus puertas hasta el próximo dies lunae, este se quedaba un tanto triste y con un aura de soledad injusta. Ya no estaba en vida el bedel que antaño lo guardaba los fines de semana, ya no estaban los perros amenazantes que procuraban la paz y la seguridad del edificio. 

Sus alumnos, desligados de los libros y los papiros, de las tareas y los ábacos, se perdían en los bosques disfrutando de su mocedad. Encendían hogueras y bailaban al son de laúdes tocados por apuestos caballeros de armadura brillante cuyas voces armoniosas entonaban canciones paganas. Movidos por la música y unos brebajes mágicos formaban tales estruendos que hacían preguntarse a las pobres e indefensas criaturas del bosque encantado si eran gentes de guerra las que atravesaban ese bosque tenebroso suyo, que hacía mucho que había dejado de asustar a los humanos. Menuda vergüenza sentían los dragones al aterrarse de aquellos modernos jóvenes, ¿dónde habían quedado las tradiciones? Se sentían simples camaleones, que tenían que camuflarse para pasar desapercibidos ¡cuán afligida era su decadencia! 

Y así era la vida, en aquellos tiempos, de esas ladies con ungüentos de bruja en sus rostros y esos caballeros de peinados desafiantes que adoraban cada uno de los rincones de sus liceos y los saberes que en ellos habían adquirido así como todos los recónditos lugares de los bosques mágicos que solían frecuentar. 

EMINA PERVAN, 2º Bachillerato A
1º accésit prosa
(mayores de 16 años)

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